
“Luego del golpe militar la escena artística nacional se volvió opaca y obsecuente. Después de un período de fuertes exploraciones rupturistas y transgresoras, ideológicamente cruzadas por las críticas al sistema de representación tradicional, el arte chileno post-golpe se repliega en las líneas de trabajo que logran subsistir al acoso represivo, ya sea porque no tensionan mayormente el discurso ideológico dictatorial o bien porque juegan, de alguna manera, el rol validador de una “política cultural” del nuevo régimen que, de lo contrario, simplemente no hubiese existido. Las exposiciones realizadas en el Museo Nacional de Bellas Artes entre los años 1973 a 1976 perfilan de alguna manera lo que fue el intento de la dictadura por exhibir una cara “culta”, eludiendo a la vez cualquier expresión problematizadora y contingente: alrededor de setenta exposiciones en tres años, en su mayoría financiadas por el propio Estado o bien por bancos, financieras o por el diario El Mercurio. Ejemplo del tipo de exposiciones que financiaba el área privada de la época son la muestra de una colección de dibujos italianos de los siglos XV al XVII (El Mercurio y Financiera FUSA, 1974) y de pinturas coloniales de los antiguos monasterios coloniales de Santiago (Colocadora Nacional de Valores, 1974).
Así como ocurrió con el cine nacional, que debió desarrollarse sin contar con algunas de sus grandes figuras, que habían marchado al exilio, los jóvenes artistas que se iniciaban en la década del 70 debieron desarrollar su oficio alejados de algunos de sus maestros y en un clima enrarecido por la represión ideológica y por la censura (que después de lo ocurrido a Guillermo Nuñez en 1975 devino en autocensura). Sin embargo, al interior de este escenario se estaba gestando un proceso de reflexión que daría origen a un interesante conjunto de propuestas notoriamente críticas y contrarias al aparato institucional que se había diseñado desde el gobierno para hacerse cargo de la cultura y las artes. Estas propuestas estarían marcadas por un sello que acompañaría a las artes visuales chilenas por mucho tiempo: el lenguaje hermético, el discurso conceptual y una creciente vocación por ensanchar el limitado espacio de expresión y de contacto o roce del arte con la sociedad, intentando en todo momento “despistar” o “burlar” los mecanismos de censura.
La principal expresión colectiva de estas nuevas propuestas se produjo a fines de 1979 (octubre) con una Acción de Arte que daba inicio a una seguidilla de intervenciones del espacio público protagonizadas por los artistas Lotty Rosenfeld (artista plástica), Diamela Eltit (escritora), Juan Castillo (artista plástico), Fernando Balcells (sociólogo) y Raul Zurita (poeta). El grupo se hizo llamar CADA (Colectivo de Acciones De Arte) y se propuso invadir el espacio urbano con acciones de arte que alteraran de manera crítica e incluso subversiva diversos lugares del mapa conceptual y de poder del sistema.”
Así como ocurrió con el cine nacional, que debió desarrollarse sin contar con algunas de sus grandes figuras, que habían marchado al exilio, los jóvenes artistas que se iniciaban en la década del 70 debieron desarrollar su oficio alejados de algunos de sus maestros y en un clima enrarecido por la represión ideológica y por la censura (que después de lo ocurrido a Guillermo Nuñez en 1975 devino en autocensura). Sin embargo, al interior de este escenario se estaba gestando un proceso de reflexión que daría origen a un interesante conjunto de propuestas notoriamente críticas y contrarias al aparato institucional que se había diseñado desde el gobierno para hacerse cargo de la cultura y las artes. Estas propuestas estarían marcadas por un sello que acompañaría a las artes visuales chilenas por mucho tiempo: el lenguaje hermético, el discurso conceptual y una creciente vocación por ensanchar el limitado espacio de expresión y de contacto o roce del arte con la sociedad, intentando en todo momento “despistar” o “burlar” los mecanismos de censura.
La principal expresión colectiva de estas nuevas propuestas se produjo a fines de 1979 (octubre) con una Acción de Arte que daba inicio a una seguidilla de intervenciones del espacio público protagonizadas por los artistas Lotty Rosenfeld (artista plástica), Diamela Eltit (escritora), Juan Castillo (artista plástico), Fernando Balcells (sociólogo) y Raul Zurita (poeta). El grupo se hizo llamar CADA (Colectivo de Acciones De Arte) y se propuso invadir el espacio urbano con acciones de arte que alteraran de manera crítica e incluso subversiva diversos lugares del mapa conceptual y de poder del sistema.”
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